
En la desembocadura del río Curanipe, que cambiaba continuamente se formaba una poza de mar entre la Roca de la Gaviota y la de San Pedro (ahora ya no pasa después del tómbolo artificial que hicieron de concreto) y por lo general no era profunda, pero pasó una vez que cruzándola a pie, me caí a un hoyo de arena movediza que me succionaba, ¡glup!, ¡glup!, no podía salir y trataba y tragaba agua, y de nuevo ¡glup!, por fin las manos encadenadas de mis primos lograron alcanzarme y ¡uf, ya, no me ahogué…!
Cuánto disfrutábamos en la playa (foto 9 y10), también nos bañábamos en los rellenitos de la desembocadura ,(foto11).
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